Hoy, voy a escribiros sobre algo sobre lo que todos nosotros hemos pensado y comentado en inumerables ocasiones; el aparento.
Desde que existe facebook, muchos de nosotros nos hemos convertido en vendedores de alpargata de nuestros propios momentos; inventados, tuneados, ciertos y verdaderos o perdonadme por la brutalidad, más falsos que una prostituta sin venéreas. Y subimos esa foto de la paella con cigalas en la playa, la de los pies con uñas pintadas en rojo Le Vernis de Chanel, al borde de un mar turquesa que culmina con una ola espumosa, la del hocico en plan trucha mandando un beso a sabe Dios quién ni por qué, la de un libro en cuya hoja se refleja la luz del amanecer en una masía de la Toscana...pero qué mierdas ni qué niño muerto. Y erre que erre en querer mostrar al mundo "facebookiano" lo bonito que es todo, lo monos que son los ángeles con arpas que van amenizándonos el camino a casa, la foto en blanco y negro de los niños riéndose como si no se hubiesen escupido y mordido dos minutos antes, la pantalla en el aeropuerto de tu supuesto vuelo a Bali con tus súper ocho amigas que no pesan más de 50 kilos... o sea, cosas de verdad surrealistas y distorsionadas o, cuando no mentiras de esas que no las sostienen ni las pirámides de Egipto.
Cómo describimos nuestros viajes, nuestras navidades, nuestras cenas de amigas, nuestras excursiones al campo...qué poca vergüenza tenemos.
Cómo describimos nuestros viajes, nuestras navidades, nuestras cenas de amigas, nuestras excursiones al campo...qué poca vergüenza tenemos.
Es en estos momentos cuando resplandece el poder de la palabra. El cómo contamos las cosas a los demás. Los megahit de la Paramount que nos montamos. Bendito sea el Señor lo que se puede hacer y vender haciendo a las palabras una buena coreografía. Que arte tan grande, que pocas personas lo poseían y poseen, sin embargo, qué bien se nos da para vender motos, como por ejemplo, cuando contamos nuestras vacaciones de verano.
Hoy, he hecho dos versiones. Fijaros el abismo entre una y otra.
Hoy, he hecho dos versiones. Fijaros el abismo entre una y otra.
Olor a sal, brisa, campo y chuleta.
Mis hijos estaban locos de contentos cuando comencé hacer las maletas; ¡llegaban las vacaciones por fin!. En realidad esta vez fue mucho más sencillo porque la indumentaria abultaba mucho menos; bañadores, camisetas, vestidos largos y unas chaquetitas para recibir a ese fresquito del Norte en las tardes. Como la noche anterior, cayeron redondos prontito, durmiendo de un tirón después de estar todo el día jugando en la piscina, me dio tiempo a dejarlo todo organizado. Cuando me quise dar cuenta, eché un vistazo en el recibidor; ¡solo llevábamos 3 maletas!.
Salimos pronto y comimos de camino. A continuación los peques se durmieron hasta que llegamos a Bilbao.
Fue todo como mágico, como si nos diesen esas merecidas vacaciones idílicas de las películas; sol, tardes cálidas, helados de vainilla, risas con los amigos...Las amigas de mi marido son amorosas y también tenían niños con lo cual, entre todos hicieron pandi y aunque obviamente teníamos que estar pendientes de ellos, se lo pasaron genial y los papás también estábamos a lo nuestro. De vuelta a casa, veíamos caer el sol. Nos quedaba aún un ratito para que los niños jugasen antes de cenar e ir a dormir. Durante los 15 días fue increíble que no se despertasen en plena noche. Estaban tan agotados que durmieron 10 horas del tirón todos los días. Y por muy inaudito que parezca, ninguno de los dos se puso enfermo en todo el periodo vacacional. Visitamos sitios preciosos gozando de un clima veraniego y comimos como auténticos reyes. Una auténtica maravilla. Que verdad tan grande esa que dice que la felicidad está en las pequeñas cosas.
Chubasqueros, arena, tuppers y palabrotas.
"Malditos hijos del demonio, ¡¡¡¡estaros quietos!!!" así, delicadamente les escupía y bramaba yo a mis vástagos, "como no os estéis quietos os voy a dar una hostia de esas que te ponen los dos tímpanos en el mismo lado de la cabeza". Y mi hijo de siete años me miraba muerto de miedo. Y yo lanzando alaridos como una Mila Ximénez cualquiera. "Los pantalones cortos, pero también los largos, las chancletas pero también las zapatillas de deporte por si hace de calcetín de lana, la minipimer no porque cualquier humano que se precie tiene una, la olla rápida que sé que no tiene el abuelo para así hacer el puré del pequeño lo antes posible, el Dalsy, el Dexeril, el Junifén, el Lexating y el Lorazepan, todo bien, la cabra, el organillo...", joder, al final dos maletas grandes, las dos pequeñas y doscientas bolsas, así como si fuésemos a montar un puesto en un bazar indio. Y me dieron las 12 de la noche sin depilar, sin depilar nada, nada de nada, hecha un churrimindango. Nos pusimos en marcha a la mañana siguiente mientras por 9475739384751204848757575 vez, oíamos la banda sonora de la película Aviones. Al llegar fuimos a Eroski, el plan del verano. Casi todos los días marchábamos hasta Plentzia y allí, estaban las amigas de cuadrilla de toda la vida de mi marido y que son un amor. Tenían niños de las mismas edades que los míos, pero el puñetero monstruo cuellicorto de mi hijo pequeño, no quería ni arrimarse al mar y la caca solo quería hacerla en el wc. Obviamente en la playa, era complicado hacer pos donde se debe. Podría haber metido en la bolsa una taza del wc porque me hubiese cabido, pero la despistada de mamá no la cogió, qué cosas se le olvidan a una. Entonces, decidí que le sentaba a descargar en el cubo de hacer los castillos. Como el pobrecito mío pasó todas las vacaciones estreñido, se pasó horas y horas sentado en el cubo que, luego había que vaciar y limpiar para seguir jugando a los castillitos. Y su hermano mayor claro, pasando de él como de clavarse un tenedor en un ojo. Y caía la tarde. Con unas ojeras de tres metros y que podrían tapar una jardinera. Todas y cada una de las noches, mi criter pequeño se despertó y estuvimos en vilo, de hecho unas cuantas veces incrustó el cráneo en el quicio de la puerta al caer rodando de la cama.
Al día siguiente, con la misma cara de cansancio camuflada tras unas gafas de viuda italiana (le dimos vacaciones a la filipina esa quincena, es que soy muy buena persona), otra vez a empezar, a sobrellevar a eso que le llaman vacaciones, cuando es lo más parecido a sobrevivir en un campo de refugiados. A la mínima, pese a toda la ayuda de papá, yo no conseguía disfrutar del todo del tan deseado periodo vacacional, casi todos los días me convertía en una maraña de nervios, en una mujer bipolar sin su litio, en la niña poseída por las siete plagas Egipcias. Entonces volvíamos a llegar a la playa, con todos los aperos de labranza. Día de sol, comida sana "porloscoj" en tuppers y un día, llega el peque llorando como Shin Chan porque un niño le ha quitado la pala, entonces claro, yo con un poquito de nervio le digo " pero amor ¡no te pongas así! ¡¡ tú también juegas con las cosas de los demás!! ¡¡¡¡¡¡hay que compartir!!!!!!" y when de repente, aparece de la nada la típica señora que me dice: "hija, yo no tengo niños, bueno, solo 2 perros y 3 pájaros pero no deberías..." ¿que tienes 2 perros y 3 pájaros? y yo la terraza metida en el salón y seis armarios empotrados y?????. Especímenes de playa a doquier.
Y, por si no teníamos pocas anécdotas en el cuaderno de bitácora, al mayor le pica un salvario en el pie. Que no es un pájaro, sino un pez-gallo que te clava la cresta en el pie y te lo trepana cual segadora. Pobrecito mío de verdad. Entonces, decidimos que nos vamos a San Sebastián unos días con la amama. Bendito sean las abuelas del mundo que como dice una amiga mía "y que nos duren muchos años". Pero como la cosa iba de pies, zas, va y el cojo se me clava en el otro pie un cristal, de tal manera que por qué no, se le infecta y se le monta un globo de vertido en la planta.
"¡¡¡¡¡¡Hombre qué pasaaaa (tono politono vasco de mujeraza vasca), pero si esto no te va a doler, tienes que estar bueno para la semana grande maitea!!!!!" y le clava, una lanza termonuclear en la herida para drenar aquello que parecía un pozo séptico.
Menos mal y gracias a Dios, que estábamos con nuestra querida amama y una noche, pudimos disfrutar de una velada realmente divertida con nuestros primos. Bebimos mucho, pero como una madre puede soportar una tercera guerra mundial y una cara a cara con Belén Esteban, a mí ni fu ni fa. Total, que para salir por la puerta grande con el rabo y las dos orejas, me doblo el tobillo y me reviento los ligamentos. A si que con el tobillo más grande que la poca vergüenza de un político, un poco más recompuesta a otros niveles (que eso de ir a mesa puesta ayuda bastante) y también, con un montón de fotos realmente bonitas, volvimos de nuevo al hogar, a esta casa de locos que irremediablemente tanto amamos.
Obviamente, no fue ni de un modo ni de otro, pero cuidado como se puede versionar una misma historia.
¿Es o no es?.
P.D: El abuelo, NO tenía minipimer y yo viajando con una olla rápida en una mochila. Si es que...
Obviamente, no fue ni de un modo ni de otro, pero cuidado como se puede versionar una misma historia.
¿Es o no es?.
P.D: El abuelo, NO tenía minipimer y yo viajando con una olla rápida en una mochila. Si es que...
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